Los desarrollos te?ricos que acompa?aron la recuperaci?n de la democracia en los ochenta entend?an necesaria la reforma del estado pero concibi?ndola primordialmente como una "democratizaci?n del estado" que tornara m?s transparentes sus procesos decisorios. Esta agenda qued? relegada cuando a fines de esa d?cada los problemas del estado fueron diagnosticados en clave neoliberal, presentando a su "gigantismo" como la fuente de todos sus males.
El desmantelamiento dele estado ocasionado por las denominadas reformas pro-mercado puso pronto en evidencia que un r?gimen democr?tico descansa sobre la estructura de aqu?l y que un estado menor no promueve necesariamente una democracia mejor. La concentraci?n de recursos y mecanismos de regulaci?n en manos privadas march? en paralelo con la emergencia de estilos decisorios que empobrecieron los contenidos institucionales de la democracia conquistada. Asimismo, revel? que un estdo d?bil resulta impotente para garantizar la promesa universalista que sustenta a una democracia: "cuidadan?as de baja intensidad" tienen como correlato inevitable democracias de baja calidad. Dos d?cadas de vigencia democr?tica no han bastado para reparar esta deuda pero s? para comprender que, en adelante, cualquier intento por reformar el estado resultar? estrecho e insuficiente si no ofrece, adem?s, una respuesta satisfactoria a estos desaf?os.