Las figuras de Marco Tulio Cicerón (106-43 a. C.), orador, político, filosofo, constituyente, sin lugar a dudas, una de las más relevantes de cuanto nos legado la Antigüedad clásica. Nacido en el seno de una familia perteneciente a la nobleza local de Arpino, recibió una formación completa y esmerada. Gracias a su brillante oratoria, se convirtió rápidamente en un reputado abogado y, a pesar de no pertenecer al orden senatorial, inicio una fulgurante carrera política que alcanzó su cima al ser nombrado cónsul en el año 6 a. C., cuando se impuso a llucia Sergio Catalina, perteneciente a la facción de los populares y que se había postulado en diferentes ocasiones al consulado sin éxito. La única forma de llegar al poder era, pues, a través de métodos ilegítimos que incluían el asesinato de Marco Tulio Cicerón. Este, sin embargo, fue alertado de tales planes y puso salvarse. El 8 de noviembre del 63 a. C. Cicerón pronunciaba ante el senado su primera Catilinaria-“¿hasta cuándo Catilina, abusaras de nuestra paciencia?”-, que obligaría a Catilina a abandonar la ciudad. Los discursos restantes, pronunciados entre noviembre y diciembre de ese mismo año, pretendían informar al Senado de los planes del conjurador y presentar como salvador de la Republica romana. Estas Catilinarias constituyentes, pues, un documento excepcional de uno de los episodios más conocidos de nuestra historia antigua.